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“QUIENES ESTAMOS CONSCIENTES DE LA GRAN OBRA DEL GOBIERNO MILITAR,
ANULAREMOS NUESTROS VOTOS EN LAS FUTURAS ELECCIONES (DE CONCEJALES),
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Y POR EL FIN DEL PREVARICADOR ACOSO JUDICIAL EXISTENTE EN CONTRA DE ELLOS”

viernes, 22 de abril de 2011

Chile: ¿Y la Alianza, qué [con Bachelet]?

Hacía tiempo que una encuesta telefónica no causaba tanto ruido como la última Adimark-GFK. Los principales medios impresos titularon con sus resultados, difundiendo ampliamente la caída en popularidad de Michelle Bachelet y de la Concertación. Sin embargo, poco se ha analizado sobre por qué la derecha no capitaliza esos naufragios. 

Sin bien el primer año de Bachelet ha sido difícil y ella ha demostrado dificultades para relacionarse con la política y los partidos, la derecha se ha esforzado en aparecer como un actor poco relevante. 

Esta característica estuvo presente en el conflicto provocado por las movilizaciones de estudiantes secundarios y, asimismo, 
en la forma en que se ha enfrentado la corruptela concertacionista. En ambos casos, la derecha ha carecido de capacidad propositiva. A comienzo de 2006 apareció como un espectador del caos. Y a comienzos de 2007 se aboca a la tarea fiscalizadora sin atender la demanda por una actitud constructiva. 

¿Qué impide a la derecha salir de la fiscalización cerrada y pasar a una actitud constructiva? En primer lugar, se cuenta el fantasma del acuerdo 2003. Se dice que eso permitió al ex Presidente Ricardo Lagos catapultar su liderazgo y consolidar su gestión. Segundo, los partidos de derecha tienen más dificultades para acordar una fórmula común para relacionarse con el gobierno que para bombardearlo. En otras palabras, es más fácil atacar al enemigo común que crear un proyecto colectivo 
propio. 

En definitiva, la posición de la Alianza frente a los actuales problemas del Ejecutivo le ha permitido cumplir una función y obtener visibilidad. Pero ello no ha logrado transformar a la Alianza en una oferta política concreta. De ahí que, a pesar de la caída en popularidad del oficialismo, los individuos no encuentren razón para preferir a la coalición opositora. 

La tercera causa de las dificultades que encuentra la derecha para acordar una forma de colaborar con el gobierno está radicada en la Concertación. Mientras la crisis vivida durante el gobierno de Ricardo Lagos E. el pacto actuó con mayor unidad, quizá, impuesta por el liderazgo presidencial, hoy la amistad cívica al interior del oficialismo es menor y las pugnas entre facciones dan un espectáculo lamentable. De ahí que la Alianza prefiera dar tiempo para que esto se exhiba sin pudores.

Por todo lo anterior, para promover una salida a la crisis del gobierno de Bachelet el Ejecutivo deberá realizar un esfuerzo mayor. Esto, porque los partidos de la Alianza no colaborarán si no obtienen alguna certeza de los beneficios que pueda obtener. Por ello, el modelo de negociación desde el Ejecutivo hacia los partidos de la oposición sólo puede trasuntar en un acuerdo si es que Bachelet no se ve beneficiada. Así el acuerdo sólo debería gestarse en el Senado. 

Sin embargo, para que todo esto se gatille, Bachelet requiere de un pacto político sólido. Sin él, será imposible identificar a los interlocutores válidos para asegurar la viabilidad de una salida legislativa a los actuales problemas. Es por ello que el puente solicitado por el gobierno a la Alianza debe comenzar a ser levantado desde los partidos de la Concertación. Pero no parece existir el liderazgo presidencial requerido para ello. De ahí que el conflicto, debido a las debilidades de la Presidencia, deba prolongarse hasta entrado el primer semestre de 2007.
Jóse Miguel Izquierdo.
Publicado 07 febrero 2007

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